El
castillo de Belveglio, conocido antiguamente como "Malamorte", fue
adquirido en 1929 por el conde montenegrino Hector Petrausch, quien lo
restauró en un estilo neogótico, estructura que aún hoy conserva. A su
muerte pasa a ser propiedad del señor Barberis, el cual procede a realizar
varias excavaciones subterráneas en busca del famoso tesoro de los Farnese.
Cada
castillo tiene su historia, frecuente legendaria, a veces trágica y a
veces heroica, donde los sucesos de armas se tornaban casi cotidianos. La
leyenda del tesoro escondido avivaba la fantasía y los intereses de los
buscadores.
Desde
hacía mucho tiempo circulaba la versión de que un inmenso tesoro se
encontraba enterrado en los subterráneos del castillo de Belbeglio,
fundamentalmente de los años en que era ocupado por el conde Petrausch,
durante los trabajos de restauración, cuando se descubre que bajo el
castillo había ruinas de construcción muy antigua con numerosas galerías
subterráneas, una de las cuales debía conducir a la orilla del torrente
Tiglione, otra al cercano castillo de Mombercelli y a otros lados que se
desconocen. Por casi 30 años el conde realizó búsquedas, con resultados
negativos. El siguiente propietarior, Barberis, la continuó con la ayuda
de un ingeniero milanés, que disponía de un equipo electrónico de su
invención. Se analizaron documentos y libros antiguos, relevaciones del
subsuelo con el aparato electrónico en numerosas y profundas excavaciones,
que provocaron la caída de un torreón.
En
esta búsqueda se encuentra inmersa un acontecimiento épico y trágico que
se cierra con el ocultamiento de un tesoro y de un suicidio colectivo del
que fueron protagonistas el duque Carlos Maria Matteo Farnese, sobrino del
Papa Paolo III, y la esposa Zeusa Ellenica. Este Farnese era hijo
ilegítimo, tal como lo indica su escudo obstruido, de Pier Luigi Farnese,
que en Piacenza fue descuartizado por los esbirros de Carlos V. Después
del asesinato del padre, el duque Matteo, con una escolta de fieles
soldados, consigue un castillo en los confines de sus tierras, donde por
tres años trató de resistir, perdiendo más de 200 hombres en los asaltos
de soldadescas españolas que querían apoderarse del castillo pero más aún
del tesoro que pensaban considerable, compuesto de un verdadero patrimonio
de monedas y gemas. El duque no quería que el tesoro cayera en manos de
estos y se apresuró a ocultarlo.
Después de tres años de asedio español, imposibilitado para resistir
otros, el duque capituló, dándose muerte junto a su mujer. En los
descensos de los subterráneos se produjeron derrumbes en las galerías,
quedando así enterrados los tesoros.
Según
un teórico inventario, en los subterráneos se habrían encontrado decenas
de barriles cargados con monedas de oro y de plata y cofres con rubíes y
esmeraldas, collares de oro con esmeraldas, rubíes y brillantes.
En el
jardín del castillo, una galería penetra en la colina por aproximadamente
30 metros hasta un antiguo pozo. El tesoro estaría en el fondo del mismo,
en el cual se encontraba una escalera caracol, que luego fue demolida para
impedir que se llegue a la cripta. Las excavaciones de búsqueda se
llevaron adelante por algún tiempo, con personas del lugar, encontrándose
algunas monedas de oro, pero, el riesgo de que cediera la galería,
determinaron la interrupción de las mismas.