Diario El Litoral 05 de
noviembre de 2004
Señores directores:
El
(otrora dialecto) piemontés fue sido proclamado lengua europea por el
organismo comunitario europea que se ocupa de problemas culturales (Rev.
Remopiemonte, Anno II N° 11). Esto no ha sido más que un tardío
reconocimiento a una manifestación de una importantísima región de
Italia, el Piemonte, que, en extensión es la segunda región italiana y
poblada aproximadamente por más de 5.000.000 de habitantes y, para
nosotros, los argentinos, origen de uno de los más importantes aportes
inmigratorios.
El
piemontés ha sido una lengua vehículo notablemente preponderante para la
identificación de este pueblo milenario que, a través de su historia y
trascendiendo sus propias fronteras geográficas, ha producido verdaderos
pronombres, en todos los aspectos de la actividad humana.
En
una breve reseña, podemos mencionar: en el orden sacerdotal las figuras
de A. Carlos Borromeo, S. Juan Cottolengo y S. Juan Bosco; en el
politico, la de Camillo di Cavour; en la literatura, Vittorio Alfieri y
Silvio Pellico; en el empresarial, Giovanni Agnelli (fundador de la FIAT)
y Camillo Olivetti; en la pintura, Gaudenzio. Ferrari; en la música,
Lorenzo Perosi; en las ciencias, Amadeo Avogadro y Galileo Ferraris,
entre otros.
Por
ello, el idioma lleva en si ese indefinible valor, ya que no es nuestra
pequeña voz individual, sino la de aquellos que, antes que nosotros, han
usado las mismas palabras para
expresarse, para exteriorizar su alegría o dolor. No sólo los poetas,
sino todos nuestros muertos, antiguos y recientes, que han hablado
nuestra lengua, que han dicho las mismas palabras que nosotros decimos.
En cada palabra, en el sonido de cada sílaba, revivimos todo aquello
que, con distintas intenciones y acento, otros han hablado antes y así,
cuando hablamos la lengua de nuestros padres (y del piemontés en
particular, vivo, expresivo y rico en vocablos y énfasis), damos voz y
vida a todos aquellos que en el pasado, han usado las mismas palabras;
en la palabra, inconscientemente, revivimos a los muertos, la edad
pasada, la historia.
Es
natural que esto sea verdad, especialmente para los Piemonteses, lengua
de una tierra riquísima de historia desde el tiempo más antiguo, con la
riqueza de las diferentes expresiones locales: alessandrino, monferrino,
vercellese, astigiano, la parla cúnea y todas las otras formas
dialectales de la lengua común piemontesa, alma y vida de todos.
La
dignidad lingüística desciende también de la riqueza dialectal del
piemontés, de la originalidad de su morfología y de su sintaxis, de la
existencia de una riquísima literatura plurisecular, de la importancia
económica, y de la presencia de esta región en el mercado internacional
y por sus realizaciones industriales y productivas típicamente
piamontesas.
Sea
ésta nota una pequeña contribución a la Semana del Hermanamiento Cúneo -
Santa Fe.
Eduardo P Bernardi